Obra y textos

OBRAS

Incluyo en primer lugar una selección significativa de mis acuarelas, bastantes de las cuales ya se habían mostrado con anterioridad, aunque organizadas de forma distinta. He preferido la clasificación temática, que siempre resulta cómoda.


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Espero que os puedan resultar de algún interés para vuestro quehacer acuarelístico.

Lo que sí es evidente es la variedad del conjunto de trabajos, aunque todos ellos discurren dentro de los cauces figurativos, ciertamente con un exceso de almíbar y la sonora ausencia de compromiso beligerante, común en el lenguaje actual. 

Aprovechando que estoy empezando a recopilar información sobre carpetas más antiguas, es posible que más adelante pueda añadir alguna de sus muestras, lo que permitiría valorar mejor el itinerario recorrido, que no siempre es como uno desea imaginar. Su revisión autocrítica, otro proyecto en espera, podría ser provechoso si se hace con objetividad, fuente de conocimiento auténtico.

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TEXTOS Y ACTIVIDADES  

Selección de entradas
procedentes de mi blog "acuarelayacuarelistas", cerrado:


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2018 - ACUARELA PERSONAL 
AGRUP. AQUAREL·LISTES CATALUNYA


2019 - ACUARELA PERSONAL 
AGRUP. ACUARELISTAS VALENCIANOS








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TEXTOS SOBRE LA OBRA


“Luz de acuarela”
 J. LLOP S. (Gal-Art)

Pintar sin pintar. Es difícil. Pero es lo que hace Laurentino Martí, conocedor del secreto de integrar el blanco del soporte a sus aguadas. Lo hace de manera admirable, a cuerpo limpio, sin trucos de veterano. A veces el tema nace como consecuencia de las luces, de las sombras, de unas manchas estratégicamente situadas. Y es suficiente, me atrevo a afirmar que le sobra el resto, no lo necesita. Y el resto, servidumbre obliga, son las justas pinceladas que se encargan de señalar unos puntos concretos, a veces de insinuarlos. Es el pintar sin necesidad de recrearse en el detalle. Sirva de ejemplo uno de sus bodegones; unos objetos de loza sobre un albo mantel, con el contrapunto de unas pocas frutas y el toque de azul que adorna uno de los objetos. Sin el color, sin estas notas, jugando pura y simplemente con el blanco, la aguada mantendría igualmente su intensidad, su calidad.

Es la magia de los blancos, que suele desarrollar, de manera atrevida y espléndida, en grandes formatos, con un gran concepto del espacio. Pero no menos espléndida es su obra cuando el dibujo adquiere protagonismo, un dibujo que apunta con pincelada corta, de arabescos, que hacen surgir el tema son caer en el detalle, pero estando el detalle o, mejor dicho, viéndolo el espectador. No está, pero está. A Laurentino Martí le basta con insinuar.

Y la luz, la suave caricia de la luz creadora de sombras, señoreando por sus aguadas. Luz resbalando por las nobles paredes del Ayuntamiento de Málaga, adueñándose de la Plaza de la Constitución, creando juegos de sombras en la fachada del Palacio Episcopal. La luz jugando con el filtro del ramaje de los árboles del Jardín Botánico. Luz alcanzada a través de la ausencia de color, del casi vacío y al mismo tiempo haciendo surgir la realidad.

Sabe conjugar las pinceladas que faltan, que son, justamente, las más intensamente creadoras, en un puro juego de inteligencia pictórica. Consigue plasmar la belleza y transmitir la savia vivificadora de lo luminoso por medio de una nada que respeta el soporte inmaculado y lo integra al conjunto. Sabe el momento justo en el que el pincel debe quedar 20 suspendido en el aire, sin posarse sobre el papel, ya que de hacerlo dejando la huella del color desaparecería la magia que siempre alcanza y transmite.

Son saberes que Laurentino Martí convierte en lección pictórica en cada una de sus obras. Su pincelada deja un rastro de color casi etéreo, desgranando tonos que enriquecen amplias zonas y acentuando puntos concretos con arabescos nerviosos que se encargan de reflejar complejidades.

Lo cierto es que su obra es un puro juego de abstracción y realidades, es un saber esencializar conservando lo fundamental y añadiendo el puro adorno reflejo de su dominio expresivo. Nos lo dice todo con el mínimo de pinceladas y se recrea allí conde carga el acento, demostrando la posesión de un dominado dibujo.

Un mundo de belleza y poesía, de sensibilidad y técnica que el artista nos ofrece para que compartamos con él el goce de la belleza.

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Los estudios de Laurentino Martí
        
J. LLOP S. (Gal-Art)

 

Tiene Barcelona ante él, la contempla desde la altura; se extienden los edificios acariciados por una luz que se filtra tímidamente entre nubes; allá, al fondo, la línea del mar se une con un cielo en el que predominan las densas masas de tonos violáceos que hacen presagiar lluvia. Se encuentra Laurentino Martí en uno de sus múltiples estudios, hoy en una terraza en la parte alta de la ciudad.  Ayer su estudio fue un rincón del puerto. Mañana, quizás, lo sea una tranquila plazuela urbana. El estudio de Laurentino Martí se halla allí donde él se encuentra.

Ha instalado el caballete, metálico, que sostiene el alargado papel que va a pintar. Se enfrenta al tema, la ciudad, y durante largos segundos lo observa. El suave viento que se ha levantado mueve el caballete y él lo sostiene con la mano izquierda. Coge un corto lápiz y empieza a encajar el tema con trazos multiplicados, no muy acentuados, con soltura, sin caer en el detalle. La montaña de Montjuïc queda a su derecha, al centro sobresalen la catedral y algunos edificios más altos, las dos torres de la Villa Olímpica y, un poco más a la izquierda, la Sagrada Familia. 

Tengo dos estudios, dos espacios para pintar, uno en casa y otro en Costur, pero me gusta pintar del natural… Los problemas son, como hoy, el viento o las condiciones cambiantes de la luz. Sí, siempre es un problema, pero lo paso bien pintando al aire libre… La acuarela se deja influir mucho por el ambiente, las aguadas son más sensibles, más activas, que la pintura al óleo… La acuarela te pide soltura, fluidez, no te permite errores, debe ser fresca y espontánea. Sale o no sale…

Empieza a borrar el dibujo, suprimiendo algunos trazos. Es como si deseara dejar huella, de una forma fugaz, sobre el papel, los puntos fundamentales para hacerlos desaparecer en parte después. Vuelve a contemplar la ciudad, ahora durante unos minutos, como si estuviera fijando en su mente aquello que quiere pintar.

—Como decía Ceferino Olivé, una acuarela cuesta más pensarla que hacerla. Lo más difícil es decidir el cómo, y tomada la decisión, el resto es más fácil… Me gustan más los grandes formatos, pero también se sufre más; como siempre, a mayor dificultad mayor placer. Los tamaños pequeños me saben a poco, tengo la sensación de ir a medio gas…

Ya se ha decidido. Pasa una esponja empapada de agua por el papel, para sacar el exceso de cola. Prepara los colores; un poco de azul, algo de carmín, una pizca de amarillo… Coge el pincel plano más amplio, clava la mirada en la ciudad… Y con un gesto rápido el pincel busca el agua y el color adecuado. Las primeras pinceladas son rápidas, largas, amplias. Hace surgir una nube, su color se esparce, gestos rápidos desde la paleta al papel. Mira, titubea un instante y hace correr el pincel plano sobre la paleta, una mancha rojiza que se diluye. Limpia el pincel. Lo cambia por otro más pequeño con el que deja rastros finos de color, utilizando el borde más delgado. Van surgiendo manchas y trazos. Ya está lanzado. Las manchas adquieren vida. Retrocede unos pasos, contempla la acuarela, luego el paisaje. Se acerca de nuevo, busca el color y entran en juego los amarillos y los ocres… Y después el azul perfila el horizonte del mar. 

—Ahora sólo se trata de manchar las masas, los detalles no cuentan, lo fundamental es encajar y comparar. Ya sabes donde se situará cada cosa, por esto he dibujado cuatro o cinco puntos de referencia… Después, cuando el papel esté seco, detallaré un poco más, ahora hay que esperar. Si no se deja secar, se mezclan los colores y se puede perder todo… Una acuarela necesita unas zonas húmedas y otras trabajadas en seco… Y la impaciencia es peligrosa, hay que saber esperar el tiempo justo.

Coge otro pincel, lo humedece, prepara el color. Vuelve a contemplar la ciudad. Pasa la yema del dedo sobre el papel para comprobar el grado de humedad. Sostiene con la mano izquierda el caballete, tratando de evitar que lo mueva el viento, que ahora llega en ráfagas más fuertes. 

—Trato, en esta acuarela, de dar una imagen, una idea, sin entrar en detalles, que en este tamaño sería demasiado complejo y hasta contraproducente ya que se perdería la frescura… Siempre confío mucho en la visión del espectador y espero que vea aquello que no he pintado.

El pincel va de un lado a otro del papel, punteando y marcando. Nacen las altas torres de la Sagrada Familia. Algunos edificios empiezan a coger volumen. A la derecha conjuga en verdes el macizo de Montjuïc. Multiplica las pinceladas, tanto verticales como horizontales. Una y otra vez, con gesto rápido, limpia el pincel en un paño y lo vuelve a empapar de color.

—Me gusta trabajar al aire libre, no me molesta que me miren o me hablen. Y contesto, claro, pero trato de no distraerme, procuro centrarme, concentrarme, en lo que estoy haciendo…

Se aleja, contempla la acuarela con los ojos semicerrados, la valora mientras sujeta con fuerza el pincel. Vuelve a mirar la ciudad. Las nubes se han desplazado hacia la izquierda y la luz, que ha cambiado, se extiende sobre una gran parte de Barcelona. Laurentino Martí vuelve a la carga, dibuja, o desdibuja, calles y edificios. Nada había y todo va apareciendo, cada cosa en su lugar. Pasa el tiempo. Miradas rápidas al tema, a la obra. De repente se detiene unos segundos, respira profundamente, su mirada pasa de la aguada a la ciudad. Vuelve a pintar, el pincel traza arabescos de derecha a izquierda del largo soporte. Van surgiendo las formas geométricas de los edificios, las manchas verdes de los jardines. 

Algunos maestros dicen que una acuarela está acabada cuando no admite ni una pincelada más, pero no lo veo tan claro como para hacer de ello un dogma. Pienso que depende de lo que estás buscando.  Si lo que pretendes es dar una impresión, no es necesario dejarlo todo acabado, se puede decir mucho con un mínimo de pinceladas. 

A veces, con un rápido gesto de muñeca, expulsa el color sobrante del pincel. El suelo de la terraza se llena de una constelación de pequeñas manchas de todos los colores. Cambia el pincel, ahora escoge uno más pequeño, y con él aplica unas pinceladas cortas, precisas. 

—No existe una acuarela perfecta. Podría pintar una y mil veces esta vista urbana y nunca quedarían dos idénticas, siempre serían diferentes, el mismo tema puede ser eterno… A veces pienso que pintar una acuarela es como un juego de magia, es como jugar a engañar, decir mucho con muy poco. Si, quizás es una buena definición de lo que tiene que ser una acuarela; decir mucho con poco. 

Cierto es que una acuarela de Laurentino Martí dice mucho, pero no me atrevería a afirmar que lo dice con poco. Dice mucho con mucho. Hoy ha trabajado en uno de sus múltiples y diferentes estudios. Puede que mañana, imperando la calma, apaciguado el nervio creador, vuelva a contemplar su obra y aún surjan unas pinceladas en el estudio de su casa, donde la pintura comparte espacio con la música y la literatura.

Muchos son los estudios de Laurentino Martí.
           Y uno solo; donde él se halla se encuentra su estudio.

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“Las acuarelas de Laurentino Martí”
J.L. PÉREZ GUERRA  (El  Punto de las Artes)

 

Son las acuarelas de Laurentino Martí  ejercicios entre formas y luces, referencias formales que describen cuestiones y componen  la situación con   aprovechamiento de alburas, en soportes que forman parte del espectáculo. 

Laurentino Martí es un veterano que mantiene abiertas las espitas de su primavera. Desde hace lustros se afana en plasmar lugares y situaciones, un trasunto  exterior o interiores que se nutren de intimidades. De ahí que su pintura, tan transparente, tenga el espesor de una transcendencia, la arquitectura que da cuenta y razón de tiempos y de flores junto a libros u objetos que mantienen la memoria. En la presente década este profesional de largo trecho, ha participado en Salones de Acuarela, presentado exposiciones y obtenido reconocimiento tanto en España como en el extranjero, con diversos primeros premios. 

Es la obra de Laurentino Martí un ejercicio de color. Pero para ello el autor ha tenido que plantear el tema, señalar desde una similitud unos lugares o el rincón o el ángulo oscuro que debe alumbrar a base de claridades para que la riqueza cromática quede al descubierto.  Es entonces cuando el ramo de flores se inscribe en su alrededor con toda su fragancia, y cuando transciende el clima de un jardín con color y frescura. Porque al planteamiento real del dibujo agrega el tono de un impulso, la pincelada que señala la justa medida, el pigmento que revela un tono más apropiado, y ese conjunto que es mucho más que un texto. 

Dice Llop S. que Laurentino Martí es un acuarelista amante del silencio, "ajeno a lo que sea exhibicionismo, que realiza una obra profunda y seria, ajena a concesiones. Plasma aquello que le place, que siente; por eso sus aguadas respiran y transpiran sinceridad..."

                                                           
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“La corpórea espiritualidad de la pintura de Laurentino Martí”
ANTONIO J. GASCÓ (Diario Levante, Castellón)

 

Laurentino Martí se encuentra en un momento especialmente importante de su producción pictórica. El pintor de Costur, de amplio y sólido curriculum es reclamado por importantes salas de toda la geografía ibérica, así como por importantes ferias internacionales de arte para mostrar sus acuarelas radiantes y luminosas en las que la luz se ha hecho dogma.

Una vez más exhibe una colección de sus últimos trabajos en los que se alternan los bodegones con los paisajes, algunos de ellos de la geografía paisana, que en la radiante luminosidad de sus pinceles cobran una dimensión más emocional y vibrante.

Se han escrito muchas cosas sobre las impactantes sensaciones que la luz que irradian las acuarelas de Laurentino Martí provoca en los espectadores. En verdad su poder es tal que cada vez que se contemplan sus obras, la luz testimonia sensaciones diversas; ello es mérito no solamente de la capacidad de destello de la iluminación, sino también del color y de algo mucho más importante: la intencionalidad abstracta del espacio en la que todo se integra de un modo plural. El espacio de Laurentino Martí es color y luz a un tiempo. Todo está en movimiento como la acción misma de la luz, que por la posibilidad de las diversas gamas de los colores consigue una gradación dinámica muy heterogénea y por tanto especialmente sensitiva y palpitante.

¿Cómo construye sus dibujos el pintor? Pues, sencillamente –el adverbio está empleado con toda la doble intención del término, porque precisamente el gran mérito de su dibujo está en la aparente sencillez- sacándolos de esa nada y ese todo que es la luz. Tal vez por ello sus temas poseen esa especial lozanía, porque son vibrantes e incorpóreos como la luz misma, que les otorga su especial y carismática entidad.

De la luz sale la gama de colores, pero colores casi puros, nunca torturados, dejados caer sobre el papel con mucha carga de agua para hacerlos evanescentes, para que no ahoguen la luz y la dejen que resplandezca en toda su intensidad. Desde ahí a buscar las calidades, las suavidades y los contrastes, como si estuvieran pintadas en el aire. De ahí que en esa levedad encontremos precisamente la mayor de las virtudes de su pintura: la corpórea espiritualidad. 

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"El acuarelismo crucial de Laurentino Martí"
 ANTONIO COBOS (Decano Asoc. Nac. Críticos Arte) 

Laurentino Martí es, a nuestro entender, uno de los acuarelistas españoles más destacados del momento actual. Afirmación muy significativa si tenemos en cuenta que el milenario procedimiento de la acuarela se encuentra en España actualmente entre los primerísimos del mundo. 

Quedaron efectivamente aquí muy atrás esos tiempos en que grandes pintores como Fortuny, Rosales y Pradilla, que dominaban también la técnica de la acuarela, consideraban sin embargo a ésta como un procedimiento pictórico de tono menor, útil estrictamente para realizar estudios previos o apuntes, o bien para servir de puro "divertimento". 

Sucedió no obstante que, por diversas razones a lo largo de los últimos cincuenta años, la acuarela fue subiendo tantos enteros en cuanto a sus valores pictóricos intrínsecos que, hoy en día hasta los más viejos del lugar se quedan asombrados de que el acuarelismo español pueda competir con el endiosado óleo y aún ganarle limpiamente la partida en muchas ocasiones. 

Y ese es el caso precisamente de las espléndidas y solidísimas acuarelas de Laurentino Martí. Son, sin lugar a dudas, creaciones pictóricas de "tono mayor" por el poderío de su dibujo, por la inspiración poética que subyace en ellas, por ser suma deliciosa de armonías cromáticas, lumínicas y de la maestría técnica que atesoran: son prodigiosas por sus transparencias, por el aprovechamiento al máximo de los blancos del papel y por los mágicos cortes de sus aguadas. 

En el momento actual son infinitas las facetas del mercado de la pintura, pero en realidad pueden reducirse a tres maneras: la pintura que se adquiere para invertir caudales bien o mal adquiridos, la pintura que se adquiere para presumir de riqueza o de coleccionismo, y la pintura que se adquiere para gozar con ella. Naturalmente los que adquieren la pintura para invertir llevan consigo la penitencia de su pecado estético: se condenan a convivir perpetuamente con el "feísmo". Es triste en verdad para el inversor "Don Romualdo" verse condenado a contemplar diariamente el retrato que le hizo Picasso a su mujer con un ojo aquí y otro en Sebastopol. Y otro tanto puede sucederles a los presuntuosos de coleccionismo, porque la mayor parte de los pintores actuales con firma consagrada por la crítica al uso caen de bruces con harta frecuencia en el feísmo. 

Los auténticos sabios son los que adquieren pintura sencillamente porque se estableció entre ella y su sensibilidad un hilo de comunicación emocional. Estos compradores de pintura "porque les gusta" son los verdaderos amantes de ella. Y sabios además, como decía, porque compran un amigo leal para siempre. Y esa característica de "pintura amiga" la tienen también, cual deliciosa añadidura a su transcendencia intrínseca, las acuarelas de Laurentino Martí. 

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“Y siempre la luz”

                                                            (J.M. CADENA) 

Las acuarelas de Laurentino Martí demuestran que su autor es un artista que dedica tiempo a estudiar las luces que le surgen al paso y convertirlas en amigas de las que lleva en su interior. Luego, el blanco del papel –las reservas, tan importantes en la acuarela-, el agua que resbala con plena conciencia de que es transmisora de luz y los pigmentos depositados con una sobriedad que describe las formas por medio de los sentimientos, hacen que cada obra gane, por medio de la frescura de un momento, calidades verdaderamente perdurables. 

Laurentino Martí entiende la armonía a la que ha llegado la Naturaleza dentro de sus constantes y muchas veces opuestas vibraciones. Su lenguaje pictórico es de paz, posiblemente porque antes ha pensado en la concordia de los diferentes elementos que son manifestaciones de vida y que por lo que hace referencia a los seres humanos componen las sociedades y hacen las naciones. Ve la belleza y destaca la hermosura del mundo por medio de unas acuarelas que reflejan lo que nos es más próximo: nobles edificios, tranquilas playas, lagos de quietas aguas, flores bien abiertas, bodegones con frutas que exaltan la dulzura de un momento y campos de árboles de ramas plenamente receptivas de la tibieza del aire primaveral que las rodea. Observa y sabe sentir más allá de lo que ve porque por dotes naturales y por estudio sabe que la realidad es apariencia por lo que hace a las formas, y que para sobrevivir se ha de disponer de una emoción continuada. La luz de la que todo es fruto nos lleva a ser como somos en nuestros rasgos esenciales y nos conecta unos con otros. En el arte y por lo que hace referencia a la acuarela, la luz es la comunicación con ellas y los otros. Los sentimientos son muy diferentes y las ideas que se pueden transmitir son tantas que sólo las mentes bien ordenadas consiguen el necesario equilibrio entre todo lo que ya es conocido y la innovación. 

Las acuarelas de Laurentino Martí innovan desde el interior de unas formas que nos son conocidas y en gran manera responden a unas vivencias que consideramos muy nuestras. En un primer momento parece como su adivinase lo que pensamos y sentimos; pero a medida que contemplamos sus obras es cuando descubrimos que es él y no nosotros los que nos expresamos; y entonces, a partir de ese instante, nos enriquecemos con su palabra plástica, animada por una compleja y bien sintetizada luz mediterránea. 

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                                                                  2022


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